viernes, 25 de mayo de 2012

¿Conocéis el lugar?

 
     ¿Conocéis el lugar donde van a morir
las arias de Händel?
Creo que es aquí, en este espacio
donde se inventa la infinitud de los amarillos:
un espacio en el sentro del centro de Castilla
en el que nuestros cuerpos podrían sanar para siempre
si tus ojos son mis ojos
mirasen estos páramos
con piedad absoluta
y donde hasta el espíritu suele arrodillarse
para hacernos su ofrenda
en rosales de sangre.
En este espacio hay un fuego blanco
en el que viene a expirar esa música
que nos llaga de lejos, ¡de tan lejos!

¿Conocéis el lugar donde van a morir
las arias de Händel?
Está aquí, en una tierra con más cielo que tierra,
donde los ruiseñores serenan la alameda
y la alameda serena a los ruiseñores,
y con la emanación
húmeda del tomillo más nocturno,
acude un enjambre de estrellas
a venerar la última espina de Cristo.
Es el lugar donde la luz
llora luz,
y la catedral de los cardos
alza su grito de silencio,
están solas, muy solas, las vírgenes anunciadas,
y el pueblo amurallado y muerto
asciende vivo sobre un horizonte de lágrimas,
no sé si como un salmo
o como una corona de piedras inciertas.

¿Conocéis ese lugar donde van a morir
las arias de Händel?
Está aquí, en el centro del centro de Castilla
donde por los linderos morados
se tensa, como un arco, la luz:
es un espacio en que la nada es todo
y el todo es la nada,
y en el que juno joven viene por los mortes
vertiendo de su copa oro líquido.


Es un lugar en el que el espacio y el tiempo
son solo una hoguera
que arde y que mantiene su combustión
gracias a nuestras vidas (quiero decir:
gracias a nuestras muertes).


La música que más amáis
aquí tiene su tumba.
La música que, a través de la respiración de las espigas,
viene a morir en la luz que respiran nuestros pechos.

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