No sé cómo explicarlo, no sé cómo expresarlo, pero sé que ya
no me quiere, simplemente lo sé.
Cuando una persona te quiere se nota, no sólo en las cosas
que hace, sino como responde esa persona a lo que haces tú. Siempre hablamos y
tratamos de distinta forma a quien amamos, yo lo reconozco, tenemos más
paciencia, somos más cariñosos y permisivos y mostramos más interés.
Cuando estamos mal y contestamos a todos mal, a esa persona
la intentamos contestar bien, porque algo nos impide ser bordes, algo nos
impide hacer daño.
Cuando esa persona y tú mismo dejas de sentir que esa fuerza
que marca la diferencia entre nuestro comportamiento con los otros y con el que
amamos, te das cuenta de que todo va mal. Y no es una de esas cosas que te
avisan cuando aún se puede arreglar, no. Cuando pasas esa línea, y aprendes a
ignorar esa fuerza, ésta se desvanece y muere. Aparecerá con otras personas,
nueva y mas fuerte que nunca, pero no volverás a sentirla con la misma con la
que la perdiste.
Y no hablo de celos, no me gustan ni tenerlos ni sentir que
la persona que amo los tiene. Hablo de la ilusión y su paulatina ausencia, si
es producida por el tiempo o por las malas experiencias, si es evitable o no,
si es culpa de unos o de otros o, por el contrario, no se puede culpar a nadie,
no lo sé.
Ya lo he vivido, lo he sentido. Y lo que me hace daño es
verlo otra vez y no haberme dado cuenta, no haberlo visto venir. Lo que me hace
daño es que veo la foto que hoy cumple un año exactamente, y la diferencia en
su cara me abruma. Me abruman los recuerdos, me abruma la sensación de que todo
tiempo pasado fue mejor, me ahoga y angustia, y yo me dejo ahogar cual náufrago
que aprender a ver que su fuerza no es comparable con la del mar y su destino
es claro e inminente.
Esa foto, llena de alegría, hace un año que me atormenta y
sigo mirándola y sé que siempre lo hará. Porque me hace ver lo que rompí, me
hace ver lo que perdí, lo que nunca recuperaré. Me hace desear con todas mis
fuerzas volver al momento en el cual se la hizo, acababa de correr la carrera,
estaba tan feliz… Éramos tan felices. Pero todo el mensaje reside en el tiempo,
pasado.
Antes se preocupaba, ahora también, pero era otro nivel, otra
forma de comportarse, esperanza supongo. Me escuchaba las penas con atención y
dolor porque le dolía que yo llorase, pero al darse cuenta de que no paro de
llorar nunca, ahora las atiende como aquel que soporta una obligación tediosa
pero soportable, y no le juzgo, es lo que se podía esperar.
Ante esto, me he decantado por intentar no contárselas a no
ser que me las note, así reducimos bastante el número de veces que me tiene que
consolar y a lo mejor algo mejora. Pero eso me ha hecho sentir una intensa
acidez que me hace estar más triste y acaba consolándome de intentar que no me
consuele. También acabo con un sentimiento de impotencia porque se las quiero
contar y no puedo, y en el caso de hacerlo, la respuesta difiere mucho de la
esperada, dándome un golpe de realidad y volviendo a pensar que no se las diré
más.
A estas alturas de la película, veréis que no soy una mujer
que no entiende por qué su hombre se distancia o por qué las cosas van mal, os
estaréis dando cuenta de que la mayoría de la culpa es mía y estaréis pensando “con
razón él está así, menuda chica depresiva se ha pillado”. Y es cierto, porque
he de decir que lloro al menos tres veces a la semana y cuando no pido atención
por estar triste la pido por estar cariñosa.
Él me dijo una vez que era muy cariñoso y que ya veríamos
quién se cansa antes de los mimos. No puedo decir que él se cansara de
dármelos, sino que le he hecho tanto daño cuando el pedía amor que simplemente
no le apetece dármelos a mí.
Me ha dicho algo que me ha abierto los ojos. Al reprocharle
ese cambio de actitud, me dijo que la anterior era autodestructiva, que él no
podía más, y cierto es. Me siento egoísta de desear que tuviera esa actitud. No
sé qué me pasa, su primera actitud me encantaba, llegó el desastre y pasó a esa
actitud, pero exagerada, y me costó muchos meses de enfados, decepciones y
brocas por parte de ambos que cambiase eso, y ahora que lo ha cambiado, se ha
ido al extremo opuesto, y no sé qué prefiero.
Hace un mes estaba escribiendo un pleonasmo a mi amor por
él, y ahora, estoy escribiendo para intentar aclarar mis ideas y ver con la
máxima nitidez qué es lo es está pasando y qué me espera. Todo podría ser
mejor, la carta de hace un mes podría no ser tan falsa como lo es, son
ensoñaciones de lo que quiero que sea esta relación, es una ilusión que
escribía con la esperanza que, a medida que la definía, se hiciera real. Todo
podría ser mejor, podría dejar de ser sensible y poder recuperar aquello que
teníamos, poder ver por última vez la mirada de la foto y no la que la ha
sustituido. Todo podría ser mejor, pero no lo es, y lo que fue, al igual que lo
que podría ser, nunca será.
Como veréis, sé que ya no me quiere, y superando cualquiera
de mis expectativas, lo he sabido explicar.